"Confío en ti, porque tienes la valentía de saberte libre".
Esas palabras se convirtieron en mi Biblia. Recuerdo que me miraste a los ojos, sereno, cual maestro le confía a su discípulo sus más útiles consejos. Tus actos, tus armónicos y elegantes movimientos, formaban a tu alrededor una armadura de sabiduría y experiencia, empapada en orgullo. Llevabas un cartel invisible en la frente que rezaba: "Solo soy esclavo de mí mismo".
"Puedo ver en tus ojos esa llama ávida de saber qué hay más allá del infinito. Conocedora del poder de caminar sin miedo, regeneradora de todas tus heridas, aprendiz de cada una de tus cicatrices. Y creadora de tu propio mundo. Ese que nadie conoce, que solo visitas tú, en tus ratos libres, y que será, sin caberme la menor duda, el paraíso de los sueños que solo tú eres capaz de cumplir."
